Tengo la sensación de que se está cociendo algo dentro de mí... ebulle como una sopa, pero no tiene pinta de ser nada bueno.
Me parece hilarante el hecho de que, al caminar, dé por sentado que alguien me acecha, desde la sombra, tras de mí, a la izquierda, despacio o a zancadas.
Hace unos días que no me siento en mi sitio; quizás sólo demasiada frecuencia diaria de comedura mental.
Como si los hilillos de seda que me enlazaban al mundo que me he construido (mi parcelita de lo místico, mi entelequia abstracta carente de motivo y sentido) se fueran rasgando poco a poco. Uno tras otro. Uno por uno. Chasquidos constantes presenciados con pavor y frecuencia cardiaca creciente. And I cannot retie them.
Alguien me dijo ayer que, al fin y al cabo, estamos aquí de paso. Sea como sea, nacer y morir... al fin y al cabo, sí que lo estamos.
Y, además, concepciones erróneas del sentir (las que todos tenemos). Partiendo de la base de que pensar el sentir es estúpido intrínsecamente.
Siento que soy prescindible hasta para mí. Ya no me creo pequeñita, ni me fascino ante el mundo. O ya no constantemente. No soy nunca más de canela, ni de azafrán, ni de agua.
Siento que se acaba una etapa. Albergo la esperanza de utopía tangible.
Eso no me lo robaréis.
[Texto dedicado a una persona que probablemente nunca leerá esto; alguien con quien me siento más cercana a un nivel extraño y elevado. Y lo recordé ayer.
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